El CONICET es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Después de ganar un concurso por invitación, comencé una profunda investigación que incluyó entrevistar cerca de cincuenta personas vinculadas. Así, llegué a la conclusión de que, el Consejo no era para ser representado desde una suerte de escudo o pieza fría institucional, asociado al Estado del cual es parte, sino desde el sentimiento de pertenencia de sus miembros con los imaginarios que despierta la ciencia argentina.
La identidad visual que diseñé busca, desde lo simbólico, definir el CONICET como la integración de dos discursos visuales, una referencia que forma la bandera -como representación del alma argentina– con el signo del infinito. La relación del CONICET con el signo del infinito trata de responder a la presencia de la idea de continuidad en el tiempo, como los atributos sentidos o deseados por la comunidad de referencia de la institución. La cinta como parte del signo del infinito es una manera de representar el espacio que incorpora la dimensión del tiempo en una representación tradicional. En su movimiento, los términos de los dos lados de la cinta están conectados y fusionados, el interior y el exterior, los contenidos de uno y del otro lado. Así, la idea del infinito puede sugerir una fuerza continua que dura en todo el espectro, en diferentes momentos y también sobre las posibilidades de reflexión de una manera de definir el conocimiento o los límites de la acción potencial. Por último, es un símbolo común de las diferentes disciplinas científicas (ciencias duras y blandas). Al tomar la bandera como lo nacional, como propio, el Consejo marca su lugar: planta bandera y asume su sentido de ser. De esta manera se sobreactúa y legitima su rol social. Un ejemplo táctico: cuando el CONICET defiende su presupuesto en el Congreso de la Nación, esta marca ayudará a condicionar el debate que se genere, ya que pocos querrán allí estar en contra de esta nación infinita.
