En 1997, dos partidos minoritarios formaron la Alianza, una nueva instancia que les permitió ganar esa elección y posteriormente formar un gobierno que, sin embargo, fue fallido en la gestión. En ese momento y desde lo estratégico, pensé que lo único que podía sumar a grupos tan diferentes (Unión Cívica Radical y Frepaso), era la apelación al civismo del país, a la búsqueda de un país respetuoso con las instituciones. Por otra parte, apelar a que, una vez consolidado el voto individual de los dos partidos, se debía hacer esfuerzos para obtener un electorado más amplio. Así, resumí el nombre de la nueva agrupación en la palabra “Alianza” como síntesis de la unión y creé un símbolo gráfico que, como una huella, llegara a estar presente en todo espacio de la vida argentina. Este símbolo apeló al “ser” argentino, al reforzar la marca semánticamente con la letra central A formado por un popular emblema argentino.
La asociación de la Alianza con esta cinta pretendió presentar al partido político desde un símbolo unificador que todos los argentinos usaran y llevaran cerca de su corazón; la búsqueda de una Argentina para todos, tal como planteara el eslogan que también propuse. Además, cuando este emblema se mostrara solo, su aspecto efectivo se intensificaría y se convertiría en un recurso de fijación de la memoria y generación eficiente de presencia pública ya que, desde sus aspectos funcionales, es un símbolo claro. Fue fácil de reproducir en cualquier material de soporte y a través de diferentes sistemas de transferencia de imágenes (carteles, pintura mural, pancartas de calle, etc.). Ese símbolo, más allá del nombre, marcó la presencia de la Alianza.
